jueves, 9 de febrero de 2012

¡CONSEGUIDO!

¡Conseguido!

Era verano. Estaba de vacaciones en la playa y, a pesar de la calor que hacía (ya se puede suponer..., calor húmedo), no me importaba esforzarme una y otra vez en tratar de mantener el equilibrio encima de la bici...

- ¡Vamos, vamos, que vas muy bien!

- ¡Huy, no importa; inténtalo otra vez!

Eran las frases de ánimo de mi madre y mi hermana, quienes, con toda paciencia, alentaban mi disposición a seguir mientras corrían detrás de la bici, sujetando el sillín para que yo pudiera pedalear y mantener el equilibrio a la vez.

Así estuvimos toda una tarde de verano, es decir, una tarde larga, larga... Y, por fin, cuando ya anochecía... ¡Zas! Ocurrió el milagro: empecé a sostenerme yo solo; al principio, de forma vacilante; pero luego, cada vez más seguro. ¡Qué sensación tan estupenda! Podía moverme ya con soltura. Hasta podía sentir el aire en mi cara. 

Mi madre aprovechó el momento para "grabar para la posteridad" tan gran hazaña; y se dedicó a enfocarme con la video-cámara. Yo pasaba por delante una y otra vez, y ella sonreía y grababa.

Una de las veces que crucé frente a ella me pidió que saludara y yo, todo obediente, hice caso... Al levantar la mano, ¡zas!, me pegué el 'piñazo' del siglo que, por supuesto, quedó "grabado para la posteridad".

Tenía seis años cuando sucedió todo esto, pero aún siento orgullo cuando veo el vídeo y me veo levantándome del suelo diciendo: "¡Si lo había conseguido!".

Javier Zafra Cuevas.
3º E.S.O.

 

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