EL PUENTE HACIA LA FELICIDAD
En una tierra muy lejana, había una ciudad que era muy triste. Sus habitantes eran serios, siempre estaban cansados, no tenían metas en la vida ni esperanzas, y tampoco había amor. En esa ciudad siempre estaba lloviendo, hacía frío y nunca salía el sol.
Al lado de esa ciudad había un río con aguas cristalinas, con abundante caudal y, al otro lado, había otra ciudad donde todo el mundo estaba feliz, tenía unos jardines frondosos con flores de todo tipo, su cielo era azul y tenía cúpulas y rascacielos.
La gente de la ciudad triste tenía curiosidad por saber lo que hacía la gente de la otra ciudad, pero no había ningún medio para cruzar.
Un día, un hombre llamado Max, que iba viajando, descubrió la ciudad triste donde nadie reía. Decidió quedarse allí durante unos cuantos meses para saber lo que ocurría en ella.
Iba caminando, pensando, cuando de repente vio un gran río y que, al otro lado, había otra ciudad. El hombre quería verla pero no había ningún medio para cruzar. Así que, después de pensar, dio con la solución. La gente tenía que ayudar a Max a contruir un puente. Pero el problema era que esta gente era muy desidiosa.
Fue hablando con los habitantes para ver si lo ayudaban. Les costó banstante decidirse pero, como vieron a Max empeñado, cedieron.
Varios meses después, el puente se terminó de construir y decidieron cruzar. Los habitantes de la ciudad triste descubrieron una ciudad tan alegre y bonita que no querían volver a sus casas.
Max dijo que podría ayudar a la gente de la ciudad triste para construir un lugar mejor donde vivir.
Dos años después, la ciudad triste fue recontruida y fue incluso más bonita que la ciudad de la alegría. Estas dos se unieron y formaron una gran ciudad. Y los habitantes pasaron a ser tan alegres como los que vivían al otro lado del río.
Max se quedó a vivir con ellos y se hizo alcalde por poner tanto empeño en hacer de esa ciudad un lugar donde todo el mundo fuera feliz.
María Manzano
3ºB
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